Editorial
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Escucho a políticos en la tv que quieren culpar a la gente como si la gente debiera agradecer algo.
Todo lo que un político hace es con dinero del pueblo, nunca suyo, al menos de los que pagamos impuestos. Por lo tanto ningún mérito por lo dado. El mérito debe medirse por lo logrado.
Lo peor de un político, inclusive si es honesto, es no reconocer lo que el electorado reclama al ejercer el derecho de elegir, se equivoque o no. Cuando gana el pueblo no se equivoca y cuanto pierde algo no entendió…
Argentina es un fitito pudiendo ser un Fórmula 1, pero muchos políticos a nivel nacional tienen la poca humildad de reconocer y culpar a quien elige, a quien comunica, simplemente porque es más fácil.
Y ojo, que acá no hay héroes tampoco. El que gana en general lo logra porque la mayoría lo vota para que pierda el otro. Nadie se ponga el traje porque no es un baile de disfraz.
El País está en la B y la gente no hizo nada para descender al equipo, porque ha votado a todos y ninguno hasta hoy sacó a flote el barco. Quizás uno por la suerte del contexto dejó una mejor imagen, pero si las cosas hubieran seguido bien nadie los hubiera sacado de ese privilegiado sitio.
Quien descarrila el tren no es el pasajero.
Quien funde una empresa no es el recepcionista.
Quien convierte al país en una calesita que cada tanto reparte una sortija, no es el que compra la ficha.
Es hora que quienes manejan el barco no culpen más al iceberg.
¿Hay excepciones? Sí, pero si los eficaces fueran mayoría hoy seríamos primer mundo. Hasta hoy no parece ser posible.
Igual, la esperanza es lo último que se pierde.
