Cuando te encontrás con tu ídolo de la infancia
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Por Toto Gómez
Héctor Horacio Scotta, con la camiseta de San Lorenzo de Almagro, en 1975, convirtió 60 goles, siendo además, el récord argentino.
El Gringo hizo más de 500 goles, jugó en Sevilla, Boca y nada menos que en la Selección Nacional.
El domingo lo encontré en la tribuna azulgrana, mirando el partido del Ciclón frente a Vélez.
Mientras lo observaba, imaginaba lo que quizás él no pensó, pero igual me atreví a creer que pensaría qué distinto es el fútbol de hoy, qué pocos desequilibrios individuales se producen. Y ni hablar de que falta de números nueve con la claridad de definición y la enorme potencia de un tanque como Héctor Scotta, como Gabriel Batistuta para aquellos más jóvenes.
Cuando uno era pibe, los futbolistas pasaban más tiempo en el club, por lo tanto los posters en la pared de la cama duraban varios años. Infaltable el del Gringo Scotta en mi casa, porque por él y el Lobo Fischer me hice hincha de San Lorenzo,
Haberlo encontrado así, como un hincha más, sentado tranquilo en una platea que no es vip, me encantó, y me hizo pensar que si bien debería estar en un palco de honor por haber hecho feliz a tantos niños, jóvenes, padres, abuelos cuervos, quizás la sencillez para definir frente a la red es copia fiel de su modo de vivir, como cualquier mortal, respirando el mismo aire que aquellos que alguna vez corearon su nombre o se confundieron en un interminable abrazo por el grito de su gol.
El hijo del Gringo, un muchacho tan sencillo como el goleador, trabaja en la misma empresa que Darío Coronel, y fue él mismo quien nos dijo «allá está mi viejo, vino conmigo pero siempre se va solo a mirar el partido».
No es una nota importante quizás para la mayoría, pero para mí es un momento inolvidable.