Sentida carta de la Vasca Ispizua
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Hoy a 36 años quiero recordar el peor momento de mi vida, que tal vez nunca me animé a expresar ante nadie porque siempre pensé que las más grandes heridas se guardan en silencio.
En la actualidad veo tantas familias destrozadas, como venimos sufriendo desde hace tantos años la muerte de mi hermano Alfredo Ispizua, que un 20 de marzo de 1977 perdió la vida con su moto con tan solo 21 años.
Me animé a escribir públicamente esta nota sin saber si era bronca, dolor, angustia, o tal vez una mezcla de todo; porque veo que los jóvenes están disfrutando de esas aventuras propias de sus edades. Y nosotros, madres, padres, abuelos, primos, hermanos y demás familiares sin saber cómo podemos hacer para cuidarlos y de qué manera le indicamos el valor de sus vidas, para lograr que entiendan, que no se enfurezcan y salgan de su casa ofendidos con sus padres y se vayan descontrolados en busca de otros con la misma pasión que muchos jóvenes poseen sin ver las consecuencias que dejan en sus seres queridos.
Doy fe que la muerte de mi hermano golpeó mucho a todas las familias, y que también arrastró con la muerte de mi madre, al poco tiempo de aquella tragedia. Por este motivo me gustaría que todos los jóvenes tomen conciencia, que piensen en sus familias y en el daño que causan con sus imprudencias poniendo en juego su vida y la de los demás, porque con sus vidas se van las nuestras.
Todos estos accidentes hacen contener las ganas de solidarizarnos con las personas que pasan por ese mal momento, porque no encontramos palabras de contención con nuestros amigos, vecinos que sufren una pérdida irreparable.
MARIA ISABEL ISPIZUA