Imperdible historia de vida de un joven navarrense
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Santiago Ibarra vivió una experiencia con momentos y personajes que podrían llenar varios tomos de una enciclopedia. Se crió en Navarro, como cualquier pibe, con todo lo que significa vivir en un pueblo alejado de la Capital, tranquilo y lleno de espacios…
Es hijo de Daniel Ibarra y Patricia Garbini. Tuvo un momento de exposición pública con una actuación brillante en un concurso televisivo en Argentina. Se fue a vivir momentos deseados y sorprendentes. Regresó, creó la primera empresa de Sudamérica que permite hacer regalos online junto a tres compañeros, uno de ellos de nuestro pueblo. Dialogó con el diario de Navarro, contándonos gran parte de la increíble historia que lo acompañará hasta el último día de su vida.
-Has estado lejos de Navarro… ¿Cómo has vivido esa experiencia?
-Más allá de haber estado alejado del pueblo los últimos 7 años, lo tengo grabado adonde vaya. Naturalmente cada vez que conozco a alguien, me presento como Santiago, de Navarro. No es para menos ya que ahí tengo los mejores recuerdos de la infancia, amigos y familia.
Mi infancia transcurrió entre el campo y el pueblo, con esos viajes diarios en bicicleta hasta la Escuela N 1 o la Técnica donde hice la secundaria. Escapadas a la laguna con amigos, a veces algún partido de fútbol (cuando a los chicos les faltaba uno, la pelota nunca fue lo mío) y muchos libros, por lo que siempre me cargaban mis amigos.
A los 18 con más dudas que certezas tuve que decidir qué hacer, o me quedaba trabajando en el campo o iba a estudiar a Buenos Aires, a donde había ido una sola vez. Como siempre había sido bastante curioso, me gustaba buscarle la vuelta a los problemas y estudiar era algo que no me costaba (tampoco lo disfrutaba) decidí ir a estudiar Ingeniería Industrial. Hoy, me doy cuenta que fue una de las decisiones más acertadas que tomé, mas allá del lado profesional, la carrera me abrió un mundo de posibilidades que nunca se me habían cruzado por la cabeza.
-¿Cómo viviste en Buenos Aires?
-Mudarse a Buenos Aires en mi caso fue nacer de vuelta, con la diferencia de que hablaba y caminaba. Me gustaba tan poco la ciudad, que me prometí hacer la carrera en 5 años para irme lo antes posible. Con el tiempo te acostumbrás al lío, a que no te saluden en la calle y hasta caminás rápido como todos los porteños, pero nunca llegó a gustarme.
Los años de estudiante fueron duros, extrañaba a los amigos, a la familia y a la heladera… la de Buenos Aires estaba siempre vacía, parecía un ascensor, a diferencia de la de Navarro que rebalsaba de comida casera de la vieja.
Pero en Capital no todo era tan malo, aparecieron nuevos amigos y cosas nuevas, como salir a un boliche un Martes, cosas que nunca me hubiera imaginado en Navarro.
Entre libros, trabajo, amigos y fines de semana en el pueblo se me pasaron 5 años y cuando me di cuenta estaba recibido.
Un viaje con mochila, una novia checa y preso en Vietnam.
-Contame de esta historia tan interesante, Santiago…
De chico soñaba con viajar y conocer el mundo, era por eso que pasaba horas estudiando mapas y leyendo libros que me llevaban a lugares que nunca pensaba iba a poder visitar.
Soy de los que creen que cuando uno desea mucho algo y pone un poco de esfuerzo, las cosas se dan solas. En diciembre de 2011 terminé la universidad y con más coraje que recursos, agarré los pocos ahorros que tenía, me subí a un avión y casi sin plan me fui a Nueva Zelanda. Los únicos objetivos que tenía eran aprender inglés, conocer la mayor cantidad de lugares posible y sacar a la cabeza de la caja en la que estaba después de estudiar ingeniería.
En ese momento ni me imaginaba las cosas que iban a pasar en los últimos dos años, que sin duda fueron los más interesantes de mi vida.
Las primeras semanas del viaje fueron todo un desafío, casi no hablaba el idioma local, no tenía trabajo ni casa donde dormir. Con el tiempo todo se acomodando y me acostumbré a vivir en Nueva Zelanda, lo que fue muy fácil ya que es un país en el que todo funciona y el respeto por el otro es la base de la sociedad.
Con el ego argentino y teniendo el título abajo del brazo, me imaginaba trabajando en alguna empresa neozelandesa, muy bien vestido y ganando unos miles de dólares que me permitieran vivir como un duque. A la tercera semana la realidad me mostró lo equivocado que estaba, el primer trabajo fue recolector de kiwis en una plantación y el segundo, apilador de cajas de kiwis en una empacadora. Mi vida giraba alrededor de un kiwi. Mientras trabajaba pensaba la cara que pondría mi vieja si me veía haciendo eso después de haber estudiado tanto. Pero la gente que conocí en esos trabajos me dejó más que cualquier universidad.
Al tercer mes de estar trabajando en la fábrica conocí a Martina, una fotógrafa de República Checa que me iba a cambiar el viaje. Con un inglés a lo Tevez conseguí invitarla a tomar algo sin imaginar todo lo que eso iba a traer. A las dos semanas de conocernos fuimos de mochileros a Tonga (un conjunto de islitas perdidas en el Pacífico), toda la estadía fue en una isla de 3 km de largo, donde vivían seis personas, no había electricidad y vivíamos en una choza frente al mar. Ese fue el primer viaje de muchos que íbamos a hacer juntos.
Volvimos a Nueva Zelanda y decidimos seguir viajando, vivíamos en una camioneta, donde teníamos casi todo lo necesario para sobrevivir. A medida que viajábamos íbamos trabajando para pagar los viajes. Fui pizzero , cuidé terneros por 3 meses entre las montañas (al mejor estilo Heidi) y fui cortador de jamones en un frigorífico, un poco de todo.
El 24 de diciembre de 2012 decidimos no trabajar más y dedicarnos a viajar, así que como dice el Bambino, enderezamos la nave y partimos. Estuvimos 2 meses de camping por toda Nueva Zelanda, pescando, surfeando y haciendo trekking.
Fueron dos meses de disfrute total, a excepción de una excursión a la que Martina me llevó engañado. Supuestamente íbamos a tener 2 días de caminata tranquila por la montaña y 3 días de rafting por un río.
-¿Cómo fue eso?
– Tuvimos que caminar por la montaña 4 días, caminábamos 12-16 horas diarias y la muerte se nos rió en la cara un par de veces. El último día de la excursión tuve dos momentos en los que pensé que volvía al país en una caja. Cerca del mediodía estábamos bajando una pendiente para cruzar un río, me patiné y caí 20m por la montaña frenando ahí nomás de un precipicio. Por suerte la saqué barata y fueron unas raspaduras nomás. Lo peor estaba por venir.
Cinco horas más tarde, estábamos llegando a la cima de una montaña, ya veníamos cansados, cargando todo el equipo y fuimos sorprendidos por una tormenta de nieve. Caminamos lo más que pudimos pero el viento no nos dejaba caminar y la nieve pegaba como balas. Así que tuvimos que refugiarnos al reparo de unas rocas y por suerte 4 horas después nos rescató un helicóptero. Hoy es una de las mejores anécdotas del viaje, pero el momento fue bastante complicado.
Después de Nueva Zelanda fuimos a Australia (donde viajamos a dedo por un mes) y al Sudeste Asiático. Viajamos por el Sudeste 4 meses, tuvimos la suerte de conocer lugares increíbles y distintas culturas que no paraban de sorprendernos. La mayor parte del tiempo la pasábamos buceando, haciendo alguna expedición en la selva (por ejemplo en Sumatra estuvimos 7 días de campamento solamente para ver orangutanes) y comiendo. Todo el viaje transcurrió sin inconvenientes salvo por caer preso en Vietnam.
Entramos a Vietnam por el aeropuerto de Hanoi después de un viaje de 20hs desde Filipinas que había incluido barco, colectivo, moto y avión. En la oficina de migraciones, me piden el pasaporte para el control de rutina y veo que el trámite demora más de lo normal. En eso aparecen 4 soldados vietnamitas, me esposan y me llevan a una celda en la prisión del aeropuerto donde me empiezan a interrogar.
El escáner facial del aeropuerto les había indicado que yo era un agente mexicano que trabajaba para la CIA, y si bien la foto de esta persona ni se parecía a mí, los vietnamitas estaban convencidos de que yo era este tipo. No los pude convencer hasta que al otro día me contacté con la Embajada Argentina en Vietnam y me dejaron salir.
Terminé el viaje en Europa, viajando 2 meses a dedo y parando en las casas de personas que iba conociendo en el camino, esto me hizo conocer mucho cada lugar que visitaba además de cruzarme con cada personaje del que podría escribir un libro.
A fines de Agosto de 2013 y con sensaciones encontradas volví a Argentina, por un lado quería volver a casa para ver a los amigos y a la familia, pero por el otro me había acostumbrado a viajar y sabía lo difícil que iba a ser quedarme un tiempo largo en el mismo lugar.
-¿Cómo nace tu proyecto empresarial, Giftin?
-Desde que estaba en el colegio deseaba hacer algo que hiciera más fácil la vida de las personas. Siempre tenía alguna idea dando vueltas pero nunca me entusiasmaba del todo.
Un día durante el viaje quería hacerle un regalo a un amigo que estaba en Argentina y no encontré la forma de regalarle algo desde allá, en ese momento empecé pensar en algo que simplificara la forma de hacer regalos. Cuando volví al país me junté con un par de amigos y empezamos a trabajar. Estuvimos unos meses analizando todos los problemas que tenemos cuando hacemos un regalo y después de pensar en distintas alternativas se nos ocurrió Giftin.
Giftin (www.giftin.com.ar) es una gift card virtual en la que regalás dinero en efectivo y sugerís como gastarlo. El destinatario recibe el Giftin por email o WhatsApp y el valor del Giftin se acredita en su cuenta bancaria o tarjeta de crédito. Una vez que tiene el dinero en su cuenta compra el regalo que le sugeriste u otro que le guste más. Al mismo tiempo la persona que recibe el Giftin lo agradece y comparte una foto de lo que compró con vos. Está muy bueno porque vos armás el regalo y podés regalar lo que quieras en todos los comercios del país.
Giftin está online desde diciembre y a la gente le gustó mucho ya que es simple, moderno y original. Además soluciona un problema que todos tuvimos en algún momento como no saber que regalar, no tener tiempo para comprar un regalo o no saber si lo que compramos le va a gustar a la otra persona.
Nos llevó mucho esfuerzo crear Giftin, pero hoy estamos orgullosos de poder decir que somos la primera empresa de Sudamérica que permite hacer regalos online. Actuamente somos cuatro personas trabajando, Ezequiel Hevia (Navarro), Lucas Giorgetti , Martin Giorgetti (Neuquén) y yo.
En los próximos meses vamos a agregar distintas funcionalidades que mejorarán mucho el servicio y empezaremos a hacer publicidad para que Giftin se introduzca en la vida diaria de cada uno.
-Tus padres habrán vivido tu increíble experiencia de manera muy especial
Hay dos personas que son los responsables de que a los 24 años haya cumplido muchos de los sueños que tenía, mis viejos. Siempre me dieron todo y me enseñaron a vivir haciendo las cosas que me gustan. Lo que más les agradezco es la libertad y apoyo que tuve en todas las cosas que hice, tener siempre a mi familia atrás me da una tranquilidad que ayuda muchísimo cuando tomo decisiones complicadas.
-Más allá de todo lo que has vivido, ¿qué otras cosas disfrutás?
Pescar: heredado de papá. Son pocas las cosas que me hacen tan feliz como pasar un día con mi viejo poniéndonos al día, disfrutando del lugar y si la suerte nos acompaña pescando algo.
Cocinar: sospecho que viene del lado italiano de mi vieja, pasar tiempo en la cocina es el mejor cable a tierra que tengo en la semana. Siempre que vengo a Navarro aprovecho para juntar a los amigos y armar una buena cena. Las pizzas ya son una tradición en el grupo y hasta tienen nombres propios.
Viajar: Algo casi desconocido hasta hace unos años, siempre había soñado con conocer el mundo, pero hasta a mí me parecía imposible. Mi vieja siempre me encontraba tirado en la cama mirando el mapa o leyendo sobre distintos lugares y sospecho que pensaba “que loco está este chico”. En los últimos años viajé mucho de mochilero, me enamoré de los lugares que conocí, pero más me gustaron todas las personas que conocí en el camino. Espero poder seguir viajando, todavía tengo una larga lista de lugares a visitar.