«Carancho», el boxeador de mi pueblo que supo ganarle a su propia vida
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Matías «Carancho» Zanelli nunca se retiró del boxeo. Una bala se metió caprichosa mente en su cabeza y lo mandó a la lona, pero ni una terapia sufrida, ni una casi imposible rehabilitación pudieron derribarlo definitivamente.
Matías no se quedó de rodillas, se puso de pie agarrándose fuerte de sus más cálidos afectos. Confió en los profesionales que le indicaron el camino, pero jamás lo hubiera logrado sin haber confiado en sus propias fuerzas.
Para un boxeador no hay gloria no fracaso mientras exista la chance de una nueva pelea. Por eso Matías no se quedó con el cuadrito de aquel inolvidable nocaut ni con el grito de dale campeón. Tampoco se quedó con el rostro compungido del priner intento de caminar y no poder.
Matías hoy sigue su camino, se acercó al gimnasio de su amigo el profe Luis Díaz y por encima de cualquier título deportivo puso con mayúsculas el título más importante de su vida, porque cuando hay vida, hay siempre una nueva oportunidad.
Por eso digo que a «Carancho» se lo podrá recordar en el ring bailoteando, soberbio y valiente, pero yo lo recordaré como el boxeador del pueblo que le ganó a su propia vida.