Facundo, te recordaré eternamente

Roberto Gómez
Por Roberto Gómez septiembre 3, 2014

Facundo, te recordaré eternamente

No me hablan de jugar a la pelota por amor sin mencionar al máximo gladiador de las canchas de mi pueblo, al guerrero sin armas sofisticadas, al buscador de sueños propios y ajenos. No me hablen de solidaridad sin pensar en el eterno 9 de área, hijo de otro guerrero que a media pierna conquistó el mundo. No me hablen de sacrificio sin mirar al alto delantero que llegó a pisar los campos más verdes y ricos del país sacando fuerzas de donde no las tenía, apoyándose en su familia, su “corto” y recordado amigo, y en la gente que desde muy chiquito pensó que iba a llegar bien lejos.
No me hablen de talento sin apoyar la palabra en el apellido más corto pero más trascendente dentro del deporte de mi pago… No me cuenten de luchas largas sin pensar que un pibito arrancó haciendo dedo en la ruta y después de 20 años fue coreado en Estados Unidos, en un gigante estadio de la NBA…
No me hablen amistad en el deporte sin mencionar que un hombre lleno de abrazos de altas esferas, nunca se olvida de su gente, de su pueblo, ni siquiera de aquel repetido cruce por la plaza, en bicicleta, en búsqueda de alguna caricia de aquella novia que hoy le regaló sus cuatro sueños más preciados.
No me hablen de defender sin olvidarse que sus corridas, sus gritos de gol, sus angustias, siempre estuvieron ligadas a proteger con la última gota de sudor el prestigio del fútbol navarrero.
No me cuenten qué es la humildad sin antes ver cómo un nueve que necesita sobrevivir a fuerza de goles resignó parte de su tesoro, abriéndole el camino a quienes caminaban el área junto a él.
No me hablen de locura ni debilidad, porque voy a aceptar que he sido enloquecidamente débil frente a la figura de un futbolista que lo vi crecer empujando, sonriendo y soñando con pisar un campo de fútbol, mirando fijo a la platea donde se sientan sus más grandes tesoros.
No me ofende que piensen que soy reiterativo y hasta que roso el fanatismo, porque lo voy a terminar aceptando.
Yo no soy más que amante del deporte y de mi pueblo… Soy de los que lagrimean cada vez que un pibe es feliz pateando una pelota… Quizás traicione la ética de mi profesión, que habla de no alabar ni formar parte de la vida de los protagonistas de las historias que contamos… Pero no puedo, nunca pude. Y hoy, leyendo el diario Olé, el más importante del país a nivel deportivo, vi esta foto que me curó el dolor que las malditas anginas me vienen provocando desde hace cuatro días.
En la foto volví a ver el pibito que echaron de Independiente cuando estaba a punto de alcanzar el sueño de todos… Vi al adolescente campeón de básquet que se dedicó al fútbol porque confió en que esos sueños algún día se podían cumplir…
Vi al vecino que siempre tiene una sonrisa y una palabra a pesar de los buenos o malos momentos que le ha tocado vivir… Vi al pibe que un día me escuchó por la radio que me gustaba su camiseta y a los cinco minutos me la llevó… Vi al hombre que nunca bajó los brazos, al que elige clubes que le permitan volver todos los días a su casa para estar con sus amores… Vi al que cada vez que grita un gol clava en su pecho el nombre de NAVARRO, mi querido pueblo.
Facundo Ignacio Diz… te recordaré eternamente por tu coraje para enfrentar al destructor de sueños, por tu firmeza para seguir conquistando emociones, seguramente hasta el día que la pelota vuelva a casa.

Atte. Toto.-

Roberto Gómez
Por Roberto Gómez septiembre 3, 2014

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